Verdes Sublimes

Leidy López Toro  

Leidyloto@gmail.com

Jóvenes por la Defensa del Territorio – Jódete

Verdes sublimes, verdes de vida que alivian la llevadera existencia de quienes habitan estas tierras de montañas eminentes y fastuosas que se confunden con la infinidad del cielo, pareciera que encaramarse en ellas significara tomar la mano de Alá, Jehová, Buda, el Dios cristiano y demás gobernantes de lo divino, incluso sentir un big bang en el cuerpo, una explosión creadora de sensaciones que carecen de explicación. Pero tal majestuosidad de apariencia inaccesible jamás fue utópica para estas gentes de estirpe heroica, habitantes de un Edén nacido de huidas de amor que en principio fue guarida y tuvo su metamorfosis para erigirse pueblo, el pueblo de un amor de tipo erótico y familiar entre un Don y una Doña, Pedro Orozco y Rafaela Gómez respectivamente, culpables de heredarles un paraíso a esas gentes hoy agradecidas por tal efecto.

Un accidente geográfico que pareciese calculado, un accidente como los de Sara Maíz que se da un golpe en un bus y de forma casi mágica se gana diez mil pesos que reemplazan los pasajes que le prestó el vecino en Parque Berrio que a su vez reemplazaban los tres mil que rato antes le había quitado un bufón tan generoso que le dejó dicho que tenía una cara bonita, eso es ser bufón con causa. Así, tal cual, un accidente geográfico majestuoso.

Topofílica me llaman, como si fuese un vicio que no sana, que estoy enferma y me consumo por un pedazo de tierra del que ni siquiera la mitad de un cuarto es mío, pero el cielo pertenece a todos y todas y para mí lo que está bajo el cielo de Támesis me pertenece como les pertenece a ustedes, no le pertenece más a Natalí por haber nacido allá, no me pertenece más a mí que nacida en la tierra de Gonzalo Arango me enamoré de Támesis por haber crecido en una de sus lomas, no les pertenece más a ustedes por haberlo conocido cuando lo hayan conocido, no les pertenece más a quienes aún no tienen el privilegio, no les pertenece más a los ausentes y no les pertenece más a quienes en este preciso instante respiran Támesis, nos perteneces a todos y todas. Les regalo a Támesis enteritico, sin fragmentarlo o concesionarlo, a cada uno y a cada una le ofrezco a Támesis completo, sin que una casa se quede por fuera, sin que una gota de agua del San Antonio se les escape, incluso se los regalo con mis papás adentro porque en esencia ellos son Támesis. No tomen un pedazo, no, apriétenlo todo y abrácenlo que él les quiere tanto, pero tanto que cada que lo visiten él les besará los pies, les dará calorcito de pueblo y les soplará caricias que les despeinen. Aprópiense de esa pared verde que ven desde que llegan, obséquienle besos a lo lejos que ella responde con cada árbol, con cada cascada, suban a lo más alto para que comprendan el regalo que les estoy haciendo, crean o no en dios o en la religión cojan a picos tronaditos ese cristo rey, envídienlo porque cada día sin falta se apropia tempranito del crepúsculo matutino o llámenlo aurora, amanecer o llegada del día y luego de nuevo sin falta ese cristo es testigo del crepúsculo vespertino, del ocaso que empieza a llevarse consigo un día tamesino. La noche en Támesis para mí no es una noche cualquiera, estar sobre el suelo que amo y bajo la bóveda celeste (cielo) que me ama hacen que cada anochecer sea, permítanme decirlo, un orgasmo exquisito.

Habiéndoles regalado ese pedazo que me enrolla la vida y para no extenderme más repitiendo lo sublime que para mí es Támesis, quiero advertirles que me estoy enamorando de jódete, que lo político también es colorido y que el trabajo serio no le quita su carácter sensible, que no somos cosas trabajando por una causa, somos personas de las más imperfectas dejándonos seducir por un móvil tan, a mi criterio, romántico como es defender el territorio. Los panoramas desoladores que nos dejan a veces las malas nuevas sobre cómo se nos están robando el bien común hacen que el proceso se vea como un simple cuestionamiento a un problema, pero yo les invito personalmente a dejar de creer que somos la respuesta a un problema, somos más que eso; somos comunidad y tenemos una potestad casi suprema para elegir el bienestar, somos jóvenes también con la capacidad de levantar muros de contención a los derrumbes sociales o ambientales para el caso.

Por eso, así como les regalo a Támesis bello, les regalo una bandera imaginaria que pueden usar de capa, una bandera que diga sí a la vida porque en últimas por donde quiera verse es ella la que está en juego y no sólo en Támesis, no sólo en el suroeste, no quiero parecer exagerada pero básicamente el riesgo está en todo lo que se encuentre bajo ese mismo cielo que se ve desde Alaska a la Patagonia y desde América hasta Asia que también es el cielo de ustedes y mío. No es inmediato, un río seco no mata medio país, eso creemos ¿no?, he escuchado que “el vuelo de una mariposa en oriente puede ocasionar una tormenta en occidente” por lo que no estoy segura que tan ileso quede por ejemplo un japonés o una japonesa si se empezaran a secar las quebraditas más pequeñas, es tan absurdo.